Experiencias en manejo del suelo tanto en olivar como almendro
Una veintena de personas se dieron cita en el taller sobre cubiertas vegetales que organiza la asociación AlVelAl, se impartido por Milagros Saavedra, Doctora Ingeniero Agrónomo, del centro IFAPA Alameda del Obispo, y Miguel Ángel Gómez, investigador de AlVelAl.
El taller ha tenido como foco el suelo del olivar y los almendros, haciéndose una comparación entre ambos cultivos, entendiendo sus ciclos fenológicos y maduración del fruto entre otros aspectos, factores importantes a la hora de manejar las cubiertas.
A través de la transferencia de resultados, con estudios realizados a lo largo de los años en diferentes campos, se ha insistido en un factor clave, como es el de aportar nutrientes al suelo (materia orgánica) y de la importancia de hacer un buen manejo del suelo, aunque el mantenimiento de cubiertas vegetales suponga asumir una cierta pérdida de agua. Los efectos de estas buenas prácticas no son inmediatos, pero está demostrando que cuando existe una buena cubierta vegetal se puede evitar unos de los grandes problemas que sufre nuestra tierra: la erosión y degradación del suelo, pues cuando los suelos son susceptibles de sufrir problemas de erosión es aconsejable mantener una cubierta vegetal, compuesta de plantas espontáneas o cultivadas, que cubra la máxima superficie del suelo posible.

Milagros apunta que “la cubierta debe ser funcional, no bonita”, y ha explicado la diversidad de flora adaptada al suelo de los olivares y almendros, aportando datos de investigaciones de muchos años, lo que ha enriquecido el transcurso del taller.
Tipos de cubierta
Durante el taller se abordaron diferentes tipos de cubiertas y el buen manejo de ellas como parte esencial de su funcionalidad: La cubierta vegetal espontánea o de malas hierbas seleccionadas; compuesta por malas hierbas presentes en el suelo. El agricultor puede, bien dejar crecer esta flora sin control, o bien seleccionar de ella algunas especies. La cubierta espontánea es recomendable en suelos donde la orografía del terreno hace complicada la siembra de especies y en zonas labradas históricamente, donde seguramente habrá una gran cantidad de especies que nos permitan tener una densa cubierta protectora.
Cubierta vegetal sembrada, que bien puede ser de gramíneas, leguminosas y crucíferas. En el caso de las gramíneas, cebada, bromo braquipodio, etc.; esta cubierta se compone de una o varias especies. La siembra se realiza con una sembradora convencional o lo que es más económico, a voleo. No se necesitan semillas certificadas, por lo que se pueden conseguir a un precio económico. En el caso de leguminosas como veza o trébol, entre otras; tienen un alto interés medioambiental por fijar nitrógeno y fertilizar de esta manera el cultivo. El problema que presentan es que sus restos vegetales una vez secos no son lo suficientemente persistentes en el campo. Este inconveniente las hace menos eficientes frente a los procesos erosivos, sobre todo en otoño. Mientras, la cubierta vegetal sembrada de crucíferas, como la mostaza blanca o la oruga; se muestra como una alternativa muy adecuada, por un lado por la necesidad de encontrar especies capaces de entrar en rotación con las cubiertas de gramíneas, ya que tras varios años de utilización de la misma especie como cubierta, hay un deterioro de la misma y disminución de la protección al suelo, compactación e inversiones de flora hacia especies de difícil control. Son muy interesantes en biofumigación de suelos, es decir, incorporándolas al suelo para desinfectarlo, por ejemplo contra verticilosis (con la especie crucífera Sinapis alba) o Phytophthora (con especies de Brassica). Las cubiertas de restos vegetales, compuestas de elementos vegetales no vivos, a diferencia de las anteriores, que son plantas vivas. Pueden ser restos de poda triturados, hojas, pajas o residuos de la industria agroalimentaria. No se deben incorporar al suelo con labores, sino dejarlos en la superficie para protegerlo. Al descomponerse lentamente, brindan una protección prolongada y suficiente del suelo. Con el paso del tiempo se puede crear una capa de varios centímetros que incrementa la infiltración de agua. Es muy importante tener en cuenta que estos residuos no deben estar contaminados con propágulos de patógenos, por ejemplo, de Verticillium dhaliae.
También las cubiertas inertes, elementos que cubren el suelo, pero no aportan nutrientes, normalmente piedras. Éstas incrementan los contenidos de agua en el suelo al producirse menos erosión y aumentar la infiltración. Además, se disminuye la evapotranspiración, consiguiendo mantener más agua por esta vía también. Su principal ventaja es que no se produce competencia por agua y nutrientes con el cultivo, como ocurre con las especies vegetales. Creemos conveniente resaltar que ha sido muy interesante la puesta en escena de los musgos dentro de las cubiertas vegetales, ya que se están empezando a investigar y existe una diversidad elevada, mostrándose ensayos sobre éstos.
Manejo de la cubierta vegetal

Las cubiertas vegetales vivas, es decir, las de flora espontánea y las sembradas, requieren en la mayoría de los casos de un manejo para limitar la competencia con el cultivo por agua y nutrientes. Este manejo puede hacerse mediante siega química, siega mecánica o pastoreo. También es posible hacer una incorporación al suelo como abono verde
- La siega química, es decir, aplicando herbicidas, presenta los riesgos propios del uso de esos agroquímicos.
- La siega mecánica, influye sobre la vegetación que puede evolucionar hacia especies perennes, de fácil rebrote o rastreras, todas ellas de difícil control con desbrozadora.
- El pastoreo, presenta la dificultad de elegir el momento adecuado para pastar y que los animales pueden seleccionar especies y hacer evolucionar la cubierta hacia especies que no deseamos.
- En cualquier caso, es conveniente no entrar al campo con suelo húmedo para evitar la compactación del suelo que conduce a pérdida de la capacidad de almacenar agua.
Experiencias de manejo en fincas de almendro

La segunda parte de la jornada presentada por el investigador de AlVelAl, Miguel Ángel Gómez, se ha centrado más en los cultivos de almendro del territorio AlVelAl, exponiéndose los resultados de las investigaciones que hay hasta la fecha, para empezar a asentar las bases de por dónde se tiene que seguir trabajando e investigando. Se han podido abordar preguntas claves como: ¿Qué le tengo que echar? ¿Cómo abono la finca?. Debido al clima que tenemos en nuestro territorio, escasas precipitaciones y en ocasiones torrenciales (se han compartido datos de precipitaciones en las diferentes partes del territorio) es esencial conseguir infiltrar el agua en el suelo para no perderla y que ésta no cause daños, Miguel Ángel señala que “entre 1 y 2 milímetros de suelo de la capa fértil se pierden anualmente”, no solo por la erosión hídrica sino también por la eólica.
Por lo tanto el manejo del suelo es esencial en la agricultura, el investigador apunta que “la materia orgánica es muy importante y modifica la estructura del suelo y modifica el manejo del agua ” y describe distintos tipos de manejos para incrementar los niveles de materia orgánica, según la tipología de la finca en cuestión. Es importante saber que antes de instalar una cubierta vegetal es necesario añadir nutrientes al suelo y que su éxito estará en cómo se maneje. Los asistentes han tenido la oportunidad de ver diferentes archivos gráficos para ver las diferencias entre un suelo al que se le añade nutrientes y a otro que no, además de obtener datos extraídos de diferentes fincas, con diversos manejos muy interesantes para completar la información visual.