Desde el Neolítico, la actividad agrícola y ganadera ha sido creadora de paisaje, un paisaje que ha evolucionado hasta la actualidad sin que el sector haya perdido su fuerza en esa transformación.

“El paisaje desempeña un papel importante de interés general en el campo cultural, ecológico, medioambiental y social; constituyendo un recurso favorable para la actividad económica”, ha comenzado Mar Verdejo su intervención “Paisajes y actividades agrarias”, durante el IV Coloquio AlVelAl “Paisaje, Agricultura e Identidad Territorial”, celebrado en el municipio de Purchena. Añadiendo que “Su protección, gestión y ordenación pueden contribuir a la creación de empleo”.

Un paisaje, componente fundamental del patrimonio natural y cultural europeo, que contribuye al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de la identidad europea. Paisaje que se transforman a una velocidad acelerada por la evolución de las técnicas de producción agrícola, forestal, industrial y minera; así como en materia de ordenación regional y urbanística, transportes, infraestructura, turismo y ocio.

Una construcción

El paisaje no es sino una construcción cultural, viéndose la percepción del mismo condicionada por influencias culturales. Ha explicado Verdejo, “La relación de la sociedad con el territorio, concretamente en lo que concierne a la forma de apropiación, transformación y utilización e los espacios territoriales; precisan de un concepto de paisaje que ayude a comprender y a concebir la interacción del hombre con el mundo, el concepto de paisaje es, por tanto, un concepto socio ecológico”.

En la mayoría de los países industrializados los paisajes son construidos desde hace siglos a través de las actividades agrícolas y ganaderas, con ondulaciones, nivelaciones, bancales, cultivos o creación de pastos; entre otros. Una construcción del paisaje que ha ido evolucionando hasta la presencia dominante de edificios e infraestructuras que encontramos en la actualidad.

Con cinco sentidos

“Se considera el paisaje como la parte del medioambiente que puede ser percibida por nuestros sentidos, principalmente la vista, pero también el olfato, el tacto, el oído y el gusto”, ha destacado Mar Verdejo.

Un paisaje del que los españoles, durante siglos, han permanecido ajenos, avergonzados por la sequedad y pobreza comparada con el centro y norte de Europa y es que, como ha explicado Mar, durante mucho tiempo la belleza del paisaje ha estado identificada con el verde. Hasta el siglo XVIII, cuando los románticos descubrieron los paisajes españoles y lo pintores de estos; y durante el siglo XIX que, con la construcción del Ferrocarril, que propicio que los españoles pudieran ver el paisaje de un modo estético. Y pintores y escritores comenzaron a considerar el paisaje como “el gran espejo que nos refleja y conforma nuestra sensibilidad”. Un cambio de visión del paisaje que fue radical con los autores de la Generación del 98 quienes, por primera vez, buscan la esencia de este país.

Una visión del paisaje con distanciamiento que aún tenemos en la actualidad y que explica la destrucción continua que producimos a nuestro paisaje, con obras públicas y privadas, a veces incomprensibles e impropias; en contraste con la protección en otros países, lo que nos lleva a tener que replantearnos el modo en el que contemplamos l que nos rodea, tanto naturaleza como ciudades, que también son paisaje, “Es tiempo en que nuestros gobernantes entiendan que los paisajes son espejos en los que nos reflejamos todos, condicionan nuestro carácter y sensibilidad”, ha apuntado Verdejo.

Estructura y tipos

El paisaje se compone de tres sistemas. El abiótico, donde se encuentran la temperatura, la humedad, la roca, el suelo o el relieve como las montañas, colinas, ríos o mares; entre otros. Biótico en el que contamos con la flora, la fauna y el hombre. Y el sistema socioeconómico, fruto de la actividad del hombre con toda su capacidad de transformación, contemplación y emoción; estos pueden ser los edificios residenciales, las vías de comunicación, los cultivos agrícolas o las actividades mineras.

Estructura del paisaje, explica Verdejo, que es la combinación de dichos sistemas, generando diferentes paisajes en función de cuál predomine, por lo que “el paisaje es la interacción del hombre con su entorno, tanto si lo ha transformado como si no”.

Paisaje que puede ser natural o antropizado, este último como el paisaje rural, urbanizado, industrial o turístico; en el que el hombre ejerce una acción sobre el mismo y lo transforma.

Paisaje mediterráneo

“Es sinónimo de singularidad, valores y conflictos; los paisajes mediterráneos se caracterizan por su escasa extensión planetaria, sus altas temperaturas y estación seca”; un paisaje que también destaca por su fragilidad uy que tiene como contrapartida la aparición de manifestación y fenómenos de adaptación que potencia la diversidad biológica y determinan situaciones que singularizan ambientalmente los espacios mediterráneos.

Paisajes mediterráneos conformados, a su vez, por los sistemas y paisajes agrarios, que tiene una intervención humana desde el neolítico, otorgando un canon estético universal; es el caso de las dehesas o los viñedos; creando rasgos culturales y generando valores como las fiestas o la gastronomía, símbolos de la identidad del territorio. Pero también elementos lineales uy edificados, como son las vías de comunicación, los cursos fluviales o los núcleos de población. Núcleos de población que en ninguna otra parte del mundo han alcanzado el fenómeno de presencia, pluralidad y belleza formal que constituyen los paisajes mediterráneos, más elaborados y complejos.

“Durante el transcurso de la historia el Mediterráneo se ha convertido en un punto de encuentro étnico, cultural, socialmente complejo y extraordinario. Todos los valores contemporáneos encuentran sus raíces en el mediterráneo. Creación de valores en el que todo el mundo convergía sin importar religión, idioma o etnia”, explica Verdejo. Y es que, continúa, “La cultura mediterránea se desarrolla en la historia gracias a los intercambios y encuentros”.

Paisaje almeriense

Mar Verdejo expone la aproximación a la percepción del paisaje almeriense realizado por Martínez Moreno, quien resalta a la luz características como paisaje raro, paisaje lunar, desértico, donde hay poca lluvia, habitan pocos árboles y los principales riesgos son la erosión, sequedad y deforestación.

Un paisaje, el almeriense, que despierta en sus visitantes adjetivos como dorada, sobrecogedora, de paisajes idílicos, tensión, plateada… “Dicen los que lo visitan que es entrañable, excepcional, espiritual, sensible. Se sueña con volver, gentes y paisajes distintos, hablan de los atardeceres y comentan que siempre el mar es azul”, añade Verdejo.

Descripción de una provincia que también destaca por su paisaje agrario con tres grupos bien definidos. El paisaje agrario tradicional caracterizado por cultivos extensivos que generan poco empleo y bajo rendimiento económico. Un sistema agrícola que en la actualidad promueve las migraciones y cuyos titulares no se dedican de manera exclusiva a la agricultura o están cerca de la jubilación. El paisaje agrario hortícola intensivo, con explotaciones de pequeñas dimensiones gestionadas por agricultores jóvenes; explotaciones que generan trabajo directo e indirecto, precisa fuertes inversiones, pero ofrecen amplios rendimientos económicos; un sistema agrario cuyo excedente se invierte en industria auxiliar. Y un paisaje agrario de transición, caracterizado por cultivos de extensivo, leñosos y hortícolas en invernadero, con grandes superficies, agricultores no muy envejecidos y generación de empleo con salarios bajos.

Paisajes agrarios dentro de los cuales hay que empezar a hablar sobre ecología, de los que es lo agroforestal y silvopastoral, ha apuntado Verdejo; “Agroecología entendida desde la sostenibilidad y, sobre todo, desde la equidad. Y ese va a ser el camino que tiene que tomar nuestra agricultura, creando un movimiento social y fortalecimiento de la economía local”.

Identidad

Los paisajes agrarios forman también parte de la recuperación de actividades agrícolas pasadas como la trilla, que no hace tanto tiempo que se hacía en los campos y que se puede recuperar a través de actividades como las fiestas populares.

“Es importante rescatar ese saber antiguo y valorarlo, como la vendimia, la trashumancia, muros de piedra seca, albercas y pozos u los hornos de pan, palomares, refugios de pastores, almazaras, casas de aperos, …”; apunta Verdejo. Saber que no hace tanto empieza a estar en desuso.

De la misma manera, incide, es interesante que la sociedad civil sea capaz de articular y decir lo que no se quiere. Concluyendo su exposición con una reflexión “El paisaje sin gente no es nada, el ser humano es el hacedor del paisaje, y en eso también tenemos que fijarnos, en ese convivir, son los que lo habitan y modifican, tanto para bien como para mal”.