El avance del desierto es silencioso. Sin apenas testigos, la erosión del suelo en España se come cada año más cultivos y bosques. En las zonas más castigadas, la población huye del campo a la ciudad en busca de futuro y oportunidades. Sin embargo, en uno de los extremos más áridos de Europa —el sudeste interior que comparten Almería, Granada y Murcia— ha surgido un movimiento para revertir esta creciente devastación de la biodiversidad.

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