Esta Bullera fiel defensora del vino y la cultura que lleva detrás es el espíritu de la Bodega Balcona
Pepa Fernández es la tercera generación de mujeres luchadoras. Hija y hermana de viticultores, Pepa Fernández es el espíritu de la Bodega Balcona. Ubicada en pleno corazón del Valle del Aceniche, en el término municipal de Cehegín, DOP Bullas.
Esta bodega familiar surge en 1998 de la mano de seis de los siete hermanos Fernández, siempre unidos al campo “yo siempre digo que mis hermanos aprendieron a podar antes que a andar”. Comenzaron haciendo vinos de guarda (sólo los grandes vinos mejoran con el tiempo en botella) y desde 2013 elaboran vinos ecológicos, jóvenes y crianzas siguiendo los procesos de toda la vida, levaduras indígenas y fermentación espontánea buscando la expresión del terruño: el valle del Aceniche en la copa.
Ubicada en la finca que compró su abuela tras la guerra civil y en la que entonces había cereal y ganado, “Mi padre y sus hermanos cambiaron poco a poco cereal por viñedo. El nombre de la bodega es en honor a mi abuela, apodada La Balcona”.
En la actualidad, la finca cuenta con 40 hectáreas de las que sólo 4 de ellas las utilizan para la elaboración de vino. Entre sus uvas, encontramos Monastrell, con cepas de más de 60 años, Syrah, Tempranillo, Carbernet Sauvignon y Merlot y la blanca Macabeo :todas bien adaptadas al microclima del valle.
Pepa Fernández lleva años luchando por la defensa de la uva y de los vinos de calidad, “Hay que fomentar la cultura del vino, el consumidor tiene que aprender que el vino es cultura, que hay mucho trabajo detrás de una copa de vino, que es saber hacer y amor por la naturaleza. No se pone en valor este sector, llevo más de 20 años haciendo enoturismo y, hasta hace un par de años, el enoturismo no se ponía en valor por la Consejería de Turismo de la Región de Murcia sólo (sol y playa) , aun contando con tres Denominaciones de Origen en la Región de Murcia”. En el marco del enoturismo, celebra los meses de julio y agosto cenas entre viñedos a la luz de la luna llena, colaborando en cada ocasión con un restaurante de la zona.
“Los consumidores tienen que conocer el valor cultural, paisajístico y de naturaleza. La cantidad de oxígeno que se produce en un viñedo es mucho mayor que la se consume elaborando el vino por lo que ayudamos a regenerar y a nivel de suelo el viñedo fija suelo, evitando erosión y escorrentías”.
Esta generación de viticultores, la tercera tras su madre y abuela, cuenta, además del viñedo, con almendros y algún albaricoquero y olivar para consumo propio; y esperan que llegue la cuarta con su hijo y sobrinos, reconoce Pepa, “A mí lo que me encantaría es que esto continuara e ilusionar a los que vienen detrás para que quieran seguir”.
Llegó a AlVelAl a través de Encarna López, quien le presentó el proyecto, “encajaba con nuestra filosofía”, apunta. De la asociación espera unión y apoyo para la comercialización de productos, “Todo suma, si a través de AlVelAl podemos conseguir que nuestros vinos tengan un escaparate más amplio…, y a nivel de enoturismo también creo que puede ser interesante”. Y es que, su ilusión es vender el vino que elabora en la propia bodega “eso sería lo más grande, tener gente todos los días, venderlo y poder transmitir todo lo que hacemos in situ”.